El cloro es el anión (ion con carga eléctrica negativa) extracelular más importante del organismo. La mayor cantidad de este elemento es aportada por la sal que ingerimos con la dieta.
Cuenta con diversas funciones entre las que se encuentran el balance ácido-base del organismo, los movimiento de agua entre distintos compartimientos, la actividad muscular y como modulador de la inmunidad, la coagulación y la función renal.
El cloro está presente en todos los líquidos del organismo, pero se encuentra en mayor concentración en la sangre y en el líquido extracelular. En la mayoría de las ocasiones las concentraciones de cloro se correlacionan con las de sodio, aumentando y disminuyendo al mismo tiempo y por las mismas razones, en relación directamente proporcional. Esta relación se rompe ante procesos que puedan afectar el manejo de los líquidos en el organismo, entre ellos son frecuentes las diarreas, los vómitos prolongados, las alteraciones respiratorias o los déficits alimentarios; en estos casos el cloro actúa como tampón, manteniendo la neutralidad eléctrica a nivel celular por su facilidad para salir y entrar de las mismas según se requiera en busca del máximo equilibrio posible.
Este elemento es absorbido a lo largo de casi todo el intestino y su excreción es fundamentalmente por vía renal. Del cloro que filtran los riñones se absorbe el 99,1%, mayoritariamente en los túbulos proximales y el resto es eliminado por la orina.
Sus valores normales oscilan entre 98-107 mEq/L pudiendo variar ligeramente sus valores entre distintos laboratorios.
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