El fósforo es un mineral que se combina con otras sustancias formando compuestos de fosfato orgánicos e inorgánicos. Existen varias maneras de llamar a este elemento del organismo, pero lo que realmente se solicita en los análisis de sangre es el fosfato inorgánico.
Los fosfatos se encuentran más comúnmente en formas de adenosín fosfato (AMP, ADP y ATP) y pueden ser liberados por la hidrólisis del ATP o ADP; son llamados fosfatos de alta energía y es esta capacidad de ser usados como energía lo que les confiere un papel fundamental en todos los organismo vivos.
El fosfato inorgánico actúa en la contracción muscular y la conducción nerviosa, así como en el desarrollo de los huesos. También actúan como tampón, ayudando a mantener el equilibrio ácido-base en el cuerpo humano.
El fosfato de nuestro organismo procede de la dieta, absorbiéndose en el intestino. Los alimentos ricos en este elemento son las legumbres, productos lácteos, los cereales, los frutos secos, la carne y el pesado.
Su deficiencia en pequeñas cantidades es asintomática, es por esto que se suele solicitar en deficiencias de otros elementos con los que tiene estrecha relación. Es solicitado si Hipercalcemia (Calcio elevado), Malnutrición, Hipotiroidismo, Enfermedad renal crónica, enfermedades hepáticas o alteraciones de la paratohormona.
Sus valores normales oscilan entre 3-4.5 mg/dl pudiendo variar en relación con los diferentes laboratorios.
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