Los monocitos son un tipo de leucocito de tipo agranulocito, siendo el de mayor tamaño de todos los glóbulos blancos, llegando a medir 18 μm.
Estructuralmente presentan un núcleo arriñonado que se tiñe de forma reticular de color azul-violeta con un citoplasma abundante que presenta vacuolas blanquecinas. Los monocitos se generan en la médula ósea y después viajan por la sangre para así emigrar a los diferentes tejidos.
Existen denominaciones específicas para algunos monocitos en particular dependiendo de su localización; por ejemplo, células de Kupffer en el hígado, microglía en el cerebro, macrófagos alveolares en los pulmones, osteoclastos en el hueso o histiocitos en la piel y el tejido conectivo.
Los monocitos forman parte del sistema inmune inespecífico, siendo piezas del sistema mononuclear fagocítico, entre cuyas funciones se encuentra: la eliminación de desechos celulares, participar en el sistema de reconocimiento y defensa inespecífica, mecanismos de reparación e inflamación y un importante enlace con el sistema linfoide más específico.
También son grande almacenes de hierro, por ejemplo, en el bazo donde se produce el reciclado de los eritrocitos y posterior cesión del hierro a la transferrina o ferritina sanguínea.
Sus niveles en sangre se ven influidos ante procesos infecciosos e inflamatorios, pero son poco específicos.
Representan entre un 4-10 % de los leucocitos en la sangre, unos 300-900 por microlitro (pudiendo variar ligeramente los valores entre los diferentes laboratorios).